17 de febrero de 2017… 20 meses después de iniciar esta “encrucijada” se efectúa la última prueba nuclear “Baker”, pero esta vez el atolón Bikini se encuentra en el Juzgado Nº 2 de Primera Instancia de Ávila.
Sólo dos objetivos:
Darle a Juan su derecho de convivir con su padre, de encontrar una infancia feliz y de convertirse en un adulto estable.
Y desmontar todas las falacias que sobre un padre valiente y capaz han arrojado un equipo psicosocial partidista e incompetente a todas luces (como ha quedado demostrado) basado en suposiciones y falsos testimonios y un entorno materno tóxico, desestructurado y sin fundamentos éticos ni morales para educar a un niño bajo la tolerancia, amor y respeto a los demás, si partimos de la base que ya está siendo educado y manipulado para odiar y rechazar a su propio padre (todo lo contrario de lo que debe ser una familia cristiana, si seguimos los “10 mandamientos de la Santa Madre Iglesia”, amor que osan a profesar públicamente exigiendo licencias como si de autoridades eclesiásticas se tratase. Luego, de puertas para adentro lapidan cada uno de esos 10 mandamientos y antes de salir de casa no se olvidad de “echar esa manita de yeso en la pared” para tapar las imperfecciones de cara a las vecinas del barrio).
Empieza el día, como otro cualquiera. Un café mientras escucho en las noticias “hoy se dicta sentencia a Iñaki Urdangarín y la Infanta Doña Cristina por sus trapicheos de estafa”. Coincidencia...¿Seremos todos iguales ante la justicia? Cambio la ropa de trabajo por americana azul y camisa gris. Sinceramente, nunca me he visto elegante así vestido pero “así te vean así te tratan” hipocresías sociales que en mi caso de nada sirven, ya que haga lo que haga, me vista como me vista, las experimentadas psicólogas del juzgado siempre dirán que un padre “distorsiona su realidad”.
Salgo de casa y decido acercarme a pie al juzgado dando un paseo. Mi pareja me acompaña y como hay tiempo entramos en una cafetería, pero casi no hablamos del tema. Ya hemos pasado largas horas de conversación imaginando posibles escenarios y qué hacer, cómo actuar en cada uno de ellos. Simplemente tomamos un café cortado y disfrutamos de un momento de sol tras los ventanales de la cafetería. No necesito controlar los nervios, no los tengo. Ha sido un proceso largo, mi abogado ha hecho un gran trabajo, me siento respaldado por mi familia y no tengo nada por lo que avergonzarme, la verdad siempre ha ido por delante en mi vida. Además durante todo este tiempo he aprendido a aceptar que el “sistema” funciona así, que no está en mi mano cambiarlo y que sobretodo, nada tiene que ver lo que un puñado de personas mezquinas hayan podido decir sobre mi, la realidad es otra, la verdad es la que es. Hoy todo cambiará en el día a día, hoy se cierra un ciclo. No me estoy conformando, pero la aceptación y la adaptación al medio, me aseguran la supervivencia en él.
En la puerta espera puntual mi cuñada que no ha querido dejarme sólo en estos momentos. Me sienta bien verla allí con una actitud positiva, optimista y tranquila. Allí nos espera mi abogado quien nos recibe cordialmente. Controla bien la situación y nos explica que la batería de preguntas para desmantelar el bochornosos informe psicosocial está preparada. Debatimos antes de entrar en la sala de forma distendida y amigable incluso con alguna que otra broma. Me gusta esa sensación de calma, de confianza, de complicidad. En ese momento entra la otra parte, la madre de mi hijo acompañada por su abogado y rodeada de algún familiar y amigos en plan intimidatorio. Se colocan a muy corta distancia de nosotros e incluso pretenden mostrar un interés absurdo por mis dos sobrinas. Seguimos con la hipocresía. Pero mi estado de calma es tal que apenas noto su presencia, sus ojos clavados en mi espalda, como siempre y deseando sacarme de mis casillas, deseando que pierda el control de mis actos para poder evidenciar una acusación de malos tratos que nunca han pasado.
Llega la hora, nos llaman para ocupar nuestros puestos dentro de la sala y comienza el espectáculo vergonzoso de la psicóloga y la trabajadora social que integran el equipo psicosocial. Personas supuestamente experimentadas en este tipo de actos y que pierden la compostura y se atemorizan en la primera pregunta que les hace mi abogado, con total normalidad y cordialidad, y con las que solamente se pretende sacar un poco de luz a un informe que han realizado lleno de contradicciones, mentiras, falsos testimonios y conjeturas que no indica con rotundidad si es beneficioso o perjudicial para Juan una modificación de las medidas totalmente absurdas a las que ambos nos encontramos sometidos. Un informe que solo se limita a afirmar que el padre interpreta un papel exagerado de buena persona y que distorsiona su realidad apareciendo bien vestido y educado, mientras que el falso testimonio de la madre sobre supuestos malos tratos sufridos durante un matrimonio roto hace 5 años es totalmente veraz, sin basarse en ninguna prueba más que en el relato de una mujer (que atemoriza a su hijo y que odia y acosa a su ex-marido como he indicado en anteriores entradas).
Esta es la vergüenza de sistema en el que vivimos. Un sistema que nunca podrá ser igual para todos, sin distinción entre hombres ni mujeres. En un momento de la historia de este país el hombre sometía a la mujer y la justicia le apoyaba. Hoy es la mujer la que somete al hombre utilizando malas artes y argucias y que no duda ni un momento en levantar falsos testimonios aún sabiendo que el hombre, que una persona, que un ciudadano puede pasar sus días entre rejas por una mentira, por un capricho. Que utiliza su condición de mujer supuestamente maltratada para aprovecharse de los programas sociales para mujeres que verdaderamente sufren esta lacra social y están en verdadero peligro, para pisotear la dignidad de un hombre. ¿No es esto un insulto para todas las mujeres que luchan por sus propios medios, éticos y dignos para abrirse camino en la vida sin el amparo de un hombre? ¿Es legítimo que se crea antes una “lágrima de cocodrilo” de una mujer que el llanto desconsolado de un niño por pasar más tiempo con su padre? ¿Es legítimo que ni si quiera se ponga en duda la estabilidad y el bienestar de un menor por el hecho de que una madre siempre va a ser buena y un padre siempre va a ser malo? ¿Es legítimo que no se ponga en duda el estilo educativo de una madre, siempre positivo, y que constantemente se afirme que el padre es un mal educador?
Hoy termina la Operación Crossroads, tocado pero no hundido, igual que el acorazado Nagato y comienza la Guerra Fría, que no conseguirá separarnos a Juan y a mí, damos un paso hacia adelante en una nueva etapa.
Prueba nuclear Baker, segundo bombardeo en el atolón Bikini. 25 de julio 1946 |
Sólo dos objetivos:
Darle a Juan su derecho de convivir con su padre, de encontrar una infancia feliz y de convertirse en un adulto estable.
Y desmontar todas las falacias que sobre un padre valiente y capaz han arrojado un equipo psicosocial partidista e incompetente a todas luces (como ha quedado demostrado) basado en suposiciones y falsos testimonios y un entorno materno tóxico, desestructurado y sin fundamentos éticos ni morales para educar a un niño bajo la tolerancia, amor y respeto a los demás, si partimos de la base que ya está siendo educado y manipulado para odiar y rechazar a su propio padre (todo lo contrario de lo que debe ser una familia cristiana, si seguimos los “10 mandamientos de la Santa Madre Iglesia”, amor que osan a profesar públicamente exigiendo licencias como si de autoridades eclesiásticas se tratase. Luego, de puertas para adentro lapidan cada uno de esos 10 mandamientos y antes de salir de casa no se olvidad de “echar esa manita de yeso en la pared” para tapar las imperfecciones de cara a las vecinas del barrio).
Empieza el día, como otro cualquiera. Un café mientras escucho en las noticias “hoy se dicta sentencia a Iñaki Urdangarín y la Infanta Doña Cristina por sus trapicheos de estafa”. Coincidencia...¿Seremos todos iguales ante la justicia? Cambio la ropa de trabajo por americana azul y camisa gris. Sinceramente, nunca me he visto elegante así vestido pero “así te vean así te tratan” hipocresías sociales que en mi caso de nada sirven, ya que haga lo que haga, me vista como me vista, las experimentadas psicólogas del juzgado siempre dirán que un padre “distorsiona su realidad”.
Salgo de casa y decido acercarme a pie al juzgado dando un paseo. Mi pareja me acompaña y como hay tiempo entramos en una cafetería, pero casi no hablamos del tema. Ya hemos pasado largas horas de conversación imaginando posibles escenarios y qué hacer, cómo actuar en cada uno de ellos. Simplemente tomamos un café cortado y disfrutamos de un momento de sol tras los ventanales de la cafetería. No necesito controlar los nervios, no los tengo. Ha sido un proceso largo, mi abogado ha hecho un gran trabajo, me siento respaldado por mi familia y no tengo nada por lo que avergonzarme, la verdad siempre ha ido por delante en mi vida. Además durante todo este tiempo he aprendido a aceptar que el “sistema” funciona así, que no está en mi mano cambiarlo y que sobretodo, nada tiene que ver lo que un puñado de personas mezquinas hayan podido decir sobre mi, la realidad es otra, la verdad es la que es. Hoy todo cambiará en el día a día, hoy se cierra un ciclo. No me estoy conformando, pero la aceptación y la adaptación al medio, me aseguran la supervivencia en él.
En la puerta espera puntual mi cuñada que no ha querido dejarme sólo en estos momentos. Me sienta bien verla allí con una actitud positiva, optimista y tranquila. Allí nos espera mi abogado quien nos recibe cordialmente. Controla bien la situación y nos explica que la batería de preguntas para desmantelar el bochornosos informe psicosocial está preparada. Debatimos antes de entrar en la sala de forma distendida y amigable incluso con alguna que otra broma. Me gusta esa sensación de calma, de confianza, de complicidad. En ese momento entra la otra parte, la madre de mi hijo acompañada por su abogado y rodeada de algún familiar y amigos en plan intimidatorio. Se colocan a muy corta distancia de nosotros e incluso pretenden mostrar un interés absurdo por mis dos sobrinas. Seguimos con la hipocresía. Pero mi estado de calma es tal que apenas noto su presencia, sus ojos clavados en mi espalda, como siempre y deseando sacarme de mis casillas, deseando que pierda el control de mis actos para poder evidenciar una acusación de malos tratos que nunca han pasado.
Llega la hora, nos llaman para ocupar nuestros puestos dentro de la sala y comienza el espectáculo vergonzoso de la psicóloga y la trabajadora social que integran el equipo psicosocial. Personas supuestamente experimentadas en este tipo de actos y que pierden la compostura y se atemorizan en la primera pregunta que les hace mi abogado, con total normalidad y cordialidad, y con las que solamente se pretende sacar un poco de luz a un informe que han realizado lleno de contradicciones, mentiras, falsos testimonios y conjeturas que no indica con rotundidad si es beneficioso o perjudicial para Juan una modificación de las medidas totalmente absurdas a las que ambos nos encontramos sometidos. Un informe que solo se limita a afirmar que el padre interpreta un papel exagerado de buena persona y que distorsiona su realidad apareciendo bien vestido y educado, mientras que el falso testimonio de la madre sobre supuestos malos tratos sufridos durante un matrimonio roto hace 5 años es totalmente veraz, sin basarse en ninguna prueba más que en el relato de una mujer (que atemoriza a su hijo y que odia y acosa a su ex-marido como he indicado en anteriores entradas).
Esta es la vergüenza de sistema en el que vivimos. Un sistema que nunca podrá ser igual para todos, sin distinción entre hombres ni mujeres. En un momento de la historia de este país el hombre sometía a la mujer y la justicia le apoyaba. Hoy es la mujer la que somete al hombre utilizando malas artes y argucias y que no duda ni un momento en levantar falsos testimonios aún sabiendo que el hombre, que una persona, que un ciudadano puede pasar sus días entre rejas por una mentira, por un capricho. Que utiliza su condición de mujer supuestamente maltratada para aprovecharse de los programas sociales para mujeres que verdaderamente sufren esta lacra social y están en verdadero peligro, para pisotear la dignidad de un hombre. ¿No es esto un insulto para todas las mujeres que luchan por sus propios medios, éticos y dignos para abrirse camino en la vida sin el amparo de un hombre? ¿Es legítimo que se crea antes una “lágrima de cocodrilo” de una mujer que el llanto desconsolado de un niño por pasar más tiempo con su padre? ¿Es legítimo que ni si quiera se ponga en duda la estabilidad y el bienestar de un menor por el hecho de que una madre siempre va a ser buena y un padre siempre va a ser malo? ¿Es legítimo que no se ponga en duda el estilo educativo de una madre, siempre positivo, y que constantemente se afirme que el padre es un mal educador?
Hoy termina la Operación Crossroads, tocado pero no hundido, igual que el acorazado Nagato y comienza la Guerra Fría, que no conseguirá separarnos a Juan y a mí, damos un paso hacia adelante en una nueva etapa.