Hoy es viernes y está a punto de finalizar esta primera quincena juntos. Por eso creo que es el mejor momento para hacer una valoración de estos primeros días, aunque nos queda todo el fin de semana, en el que muy probablemente sucederán cosas y espero que buenas.
El 8 de enero empezó un poco ajetreado, con muchas preocupaciones por mi parte. No tenía ni idea de cómo se iban a suceder las cosas y sí, tenía temor de que la madre de Juan intentara hacer una de las suyas. Y en cierto modo no me equivoqué... Pero no fue tan duro como yo me imaginé.
A primera hora del lunes, justo después de las vacaciones de Navidad y con una gran nevada en la ciudad que hizo que todo fuera un auténtico caos, acudí a pie (era imposible circular con el coche) al colegio de Juan para encontrarme con el director del colegio, el jefe de estudios, la madre de Juan y su tutora. Nunca suelo llegar tarde a ninguna parte y por mil males que hubiera ese día no podía fallar a esa cita. Para mi sorpresa ni la madre de Juan ni su tutora asistieron a la cita. Javier, el director del colegio, me pide por favor que llame a la madre de Juan por teléfono y le pregunte si va a acudir a nuestra cita. Aunque la idea no me hace gracia, accedo a la petición de Javier. “¿Vas a venir al colegio?” Pregunto. “No, no voy a acudir a la cita” Contesta la madre de Juan. “Y creo que deberíamos hablar de la custodia compartida porque mi abogado hace 4 días que me ha informado del proceso”. Añade ella. “Creo que está todo hablado desde el 30 de noviembre, fecha en la que se firma la sentencia de custodia compartida, y desde el 6 de diciembre, fecha en la que se nos notifica la nueva situación a ambos”. Tanto el director como el jefe de estudios me estaban mirando con cara de “¿será verdad que no va a venir?”. Por fin se dieron cuenta de la difícil situación en la que nos encontramos desde hace años y de que no soy esa persona irresponsable, que no atiende a su hijo y que le encierra en la habitación hasta que deja de llorar, que tiene sometida a su mujer y que hace que su vida sea un infierno. Por fin se dieron cuenta de que no soy esa persona que ella ha inventado. Por fin se han dado cuenta del error que han cometido al tomar parte directamente en este asunto y prestarle a ella toda su atención durante todos estos años. Lo importante es que ahora el director se mantiene neutral y está mostrando total colaboración por su parte, ajustándose a la ley, ni más ni menos.
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Fuente: Crossroads Las Huellas de un Padre |
En fin, para no desperdiciar la cita, explico la nueva situación con la custodia compartida y solicito que se me informe a partir de ahora a mí también de todos los aspectos de Juan, no sólo a su madre, y le dejo una copia de la sentencia para que esté totalmente informado de lo que pasa. Añado que es muy importante que a partir de ahora Juan no salga del colegio sin mi consentimiento. (Su madre ha tenido la mala costumbre de interrumpir sus horas de clase para llevárselo a psicólogos y psiquiatras que no han hecho más que entorpecer el proceso de custodia compartida. Juan nunca ha estado enfermo, pero sí ha necesitado todos estos años un psicólogo que le ayude a convivir en el ambiente materno en el que está. Sin embargo su madre ha estado más empeñada en hacerle pensar cosas extrañas, como que yo le voy a abandonar y no me voy a ocupar de él. Ya se ve…”Durmiendo con su enemigo”).
Como era de esperar a Javier no le queda más remedio que posponer la reunión para otro momento en el que podamos acudir todos y aclarar muchos puntos tanto con la madre de Juan como con su tutora, que me lo está poniendo difícil para acceder a la información de Juan.
Finalmente la madre de Juan queda en subirle a mi casa a la hora establecida ya que no le voy a poder recoger en el colegio como era lo pactado. Sin embargo, 15 minutos antes de llegar la hora me vuelve a llamar, en este caso Juan, para decirme que no va a venir, que vaya yo a buscarle si quiero (con el riesgo de llegar tarde y que ella de parte a la policía porque he abandonado a mi hijo…. Esto nos suena a todos los padres divorciados). En definitiva, me toca correr en plena nevada y llegar a tiempo a casa de la madre de Juan, donde obviamente me esperaba un espectáculo bochornoso con Juan, la madre de Juan y su tía, que no se pierde una. Ah!! Y un par de ancianos presenciando todo el espectáculo. Un momento ideal en una ciudad en la que nunca pasa nada interesante.
Después de la escenita y de hacerme esperar, Juan se monta en el coche y nos vamos. Tenemos poco tiempo para preparar la comida y salir corriendo a la academia de clases particulares a la que he obligado a la madre de Juan que le lleve, para poder solucionar sus retrasos en matemáticas. Esa misma tarde pude hablar con la profesora de la academia para saber si Juan ha ido a clase en la semana de Navidad que estuvo con su madre. Me duele tener razón en este caso, no le llevó a clase en Navidad según sospechaba. No entiende que Juan ha repetido curso ya una vez y que en esta evaluación le han quedado dos, mates y sociales y que necesita, aparte de dejarle crecer como un niño feliz que le deje tiempo para estudiar en vez de tenerle de “verbena” todos los días (que si salvamento, que si futbol, que si juegos escolares, que si tapas y cañas los viernes por la noche…) en cambio le cuesta llevarle a clases de mates, a clases de inglés etc. Que es lo que realmente necesita. No es capaz de poner un poco de sensatez ni en esto. También me confirma la profesora que la madre de Juan ha estado en la academia esa misma tarde y que ha interrumpido la clase para sacar a Juan y hablar con él. Me enfurecí. No tiene ningún tipo de cordura. Me temí lo peor, creí que no sería capaz de relajar la situación y empezar con buen pie todos estos cambios. Pero la anécdota no pasó de ahí.
La primera semana transcurre muy deprisa. Juan está muy, muy colaborador. Está super motivado y contento de estar pasando más tiempo conmigo, aprendiendo cosas nuevas, adquiriendo responsabilidades y aprendiendo a ser independiente. Ha aprendido a hacerse él solo la mochila del cole (pone los libros en el suelo y con el calendario de la agenda comprueba las asignaturas que tendrá al día siguiente y coloca los libros en la mochila. Después la deja cerca de la puerta junto a mi mochila de trabajar, jajajaja). Ha adquirido él solo la costumbre de ponerse a hacer los deberes del cole después de comer y de ponerse a estudiar sin que nadie se lo pida en nuestra casa y en casa de sus abuelos. Se acuesta pronto y aunque se levanta pronto también, duerme más de 8 horas (en casa de su madre sospecho que se acuesta muy tarde porque siempre está muy cansado y a veces con mala cara). Y lo más alucinante, todas las noches antes de dormir lee un libro durante un rato y en 1 semana ¡se ha leído un libro entero! Para mí esto es increíble…
Llegamos al fin de semana. Y aquí es donde todo se vuelve un poco gris, pero la nube no dura por mucho tiempo. Nos vamos a la montaña a disfrutar de la nieve que ha caído. Pasamos la mañana tirándonos bolas de nieve, empujándonos y riéndonos él, mi pareja y yo. Hasta que llama su madre por teléfono, una vez más. Como estamos en la montaña y vamos con el manos libres del coche, la llamada se va entrecortando hasta que finalmente se termina de cortar. Juan se enternece y se le llenan los ojos de lágrimas. Ha pensado que yo he cortado la llamada pero no es así. Me niego a que todo esto siga sucediendo. Me niego a que esté constantemente acosándonos para amargarnos los días. Me niego a que continúe controlándonos la vida, su vida, controlando sus emociones. Era un momento divertido y ella lo tiene que volver a boicotear. Le explico a Juan lo que ha pasado con esta llamada y le explico que cuando llame su madre a no ser que sea algo muy importante no volveré a dejar que hable con él si es para entristecerle y estropearle el día. Que yo quiero que esté contento y que con todo lo que ha pasado todos estos años, además, ella tendrá que ganarse otra vez mi confianza para volver a llamar a mi teléfono o a molestarme. Que las cosas tienen consecuencias y esa es la consecuencia de su madre. Igual que Juan ha tenido que ganarse mi confianza por su vuelta precipitada en verano, dejando abandonadas nuestras vacaciones ella tendrá que hacer lo mismo. Juan parece que lo entiende aunque no sé si está conforme.
A partir de aquí el día sigue transcurriendo alegre aunque Juan estaba un poco extraño. A la hora de dormir, pide el libro que está leyendo pero se nos ha olvidado en el coche. Por eso le pido que lea un cuento en la Tablet. “Juan sin miedo” es el elegido. Un cuento infantil y famoso donde los haya. Al poco tiempo se levanta de la cama llorando. “Papá tengo miedo de la bruja del cuento”. ¿Cómo es posible que un niño de 10 años tenga miedo por haber leído un cuento infantil? Quizás esta fue la manera de expresar esas sensaciones raras que sentíamos desde la llamada inoportuna de su madre. No le doy importancia a este hecho y al día siguiente todo estaba ya olvidado, aunque el comportamiento de Juan continuó un poco extraño el resto de fin de semana.
Durante estos días, me he preguntado mil veces en qué cosas me estoy equivocando y en qué puedo mejorar. He leído mucho todos estos meses de atrás sobre educación infantil en casos de padres divorciados. La tarea es difícil, muy difícil, porque la madre de Juan nunca ha sido buena colaboradora. Todos estos años parece que se ha centrado más en hacerme daño a mí que en atender las verdaderas necesidades de Juan. Educar a un hijo no consiste en vestirle y darle de comer, en hacerle fan del “real Madrid” y en peinarle como “Cristiano Ronaldo”. Juan ha estado privado de muchísimas cosas emocionales (si bien la parte material la he cubierto yo mismo ya que la madre de Juan siempre ha sabido muy bien cómo mantener sus lujos sin trabajar. Siempre le ha costado salir a buscar un trabajo e incluso mantenerlo. Desde que nos divorciamos una parte de los gastos los hemos costeado una buena parte yo mismo, otra parte sus padres y una pequeña parte de su aportación propia). A Juan le ha faltado verdadero cariño, alguien que le motive y que le empuje para ser independiente, con seguridad en sí mismo y no un niño apocado y con miedo a casi todo. Poco a poco todo esto lo vamos superando y terminaremos por conseguir que su vida sea plena.