23 de abril de 2017...
Como ya he comentado en mi anterior entrada, este fin de semana del 22 al 23 de abril de 2017 ha sido uno de los peores que he vivido en los últimos años. Os podéis imaginar mi situación: me presento a recoger a mi hijo en el domicilio de su madre y solo encuentro silencio… Una sensación de impotencia, de no saber qué hacer….¿Y ahora qué?
Poniéndonos en antecedentes, el problema radica del empeño de la madre de Juan en celebrar la 1ª Comunión de NUESTRO hijo el mismo día de su cumpleaños, el próximo 4 de junio de 2017. La fecha original para esta celebración había sido el fin de semana anterior pero ella decidió unilateralmente cambiarla y hacerla coincidir con su cumpleaños, alegando que a Juan le hace ilusión, y haciéndola coincidir con el fin de semana que Juan debería estar bajo mi tutela. Tras varios intentos de manipularnos a Juan y a mi para que celebremos ambas familias juntas este día y al ver mi negativa (bien justificada por las declaraciones judiciales malintencionadas contra mí, que de haber sido creíbles por las autoridades me hubieran llevado a prisión y sin haber sido creídas me han causado daños sociales irreparables) decidió cambiar el orden de régimen de visitas con la intención de que este día Juan esté bajo su tutela. La mejor manera que se le ha ocurrido es eludir su obligación de entregarme a mi hijo el pasado fin de semana.
Tanto mi familia como yo pasamos todo el sábado 22 de abril intentando localizar a Juan por toda la ciudad, esperando poder encontrarle en alguno de los lugares habituales para él, sin ningún tipo de éxito. Solamente un buen amigo me alertó diciéndome que había visto a mi hijo con su madre y su abuela en un coche. ¡Qué situación más desagradable! No teníamos ninguna idea, ninguna alternativa buena, ninguna alternativa no perjudicial para Juan.
Un mensaje de whatsapp me informa de que el domingo, como es habitual en los niños que toman su 1ª Comunión, Juan asistirá a la misa de las 12:00 h en su parroquia. Fue entonces cuando se me ocurrió quemar el último cartucho para poder ver a mi hijo y me presenté en la parroquia.
La situación fue totalmente paradójica y no dejé de sorprenderme cuando llegué allí. Años atrás estaba muy implicado con las actividades religiosas de esa misma parroquia. Tenía por costumbre colaborar en el coro de la parroquia, realizaba actividades con los chavales, etc. Fueron años buenos para mí. Cuando me divorcié tuve que abandonar todo esto y alejarme de la parroquia. Algunos “amigos” decidieron tomar parte en nuestro divorcio y se decantaron por protegerla a ella. Este tipo de actitudes nunca las llegué a entender, ya que el hecho de que dos personas se divorcien no debería implicar un divorcio con el resto del entorno, con el resto de nuestros amigos y más cuando muchos de estos amigos pertenecen al clero. El caso es que la acogida por algunos de estos “amigos” fue muy cálida y agradable. Algunos de ellos se acercaron a mí con alegría de verme después de tantos años e invitándome a participar en las actividades del domingo. Esto me hizo pensar que muchas de las barbaridades y mentiras que la madre de Juan pudo decir sobre mí a nuestro entorno social estaban perdiendo fuerza o tal vez estas personas siempre fueron verdaderos amigos.
Cuando llegamos allí mi actual pareja y yo, nos acercamos al coro donde efectivamente se encontraba Juan con el resto de niños preparados para la liturgia. Su actitud, totalmente esperada y deseada por mi y completamente inesperada por su madre, fue encantadora. Cuando Juan nos vio, pegó un salto y se acercó para abrazarnos. Estaba encantado porque habíamos ido a verle por sorpresa y quería que viéramos lo bien que se había aprendido las lecturas que le tocaban ese domingo. El resto de la liturgia la pasó agarrado de mi mano, enseñándome sus zapatillas con luces y explicándome todo lo que iba a acontecer en la misa. Juan nos tenía preparada una sorpresa. Ese domingo había un mercadillo solidario a la entrada de la iglesia y los niños de la liturgia iban a regalar flores a las personas que asistían. Juan, muy contento cogió dos flores, una para mí y otra para mi pareja, y nos las regaló ante los ojos atónitos de su tía, quien como siempre se acercó a mi para intentar aumentar el dolor y provocar un enfrentamiento que a todas luces me hubiera perjudicado. Sin embargo, no lo logró. Mi mente y mi cuerpo en ese momento estaban por encima de todo. A pesar de los intentos de la madre de Juan por no dejarme ver a NUESTRO hijo pude pasar con él media hora que para mí fue todo un mundo.
Soy consciente de que esto no ha terminado aquí. Sigo esperando la sentencia final del juicio por la custodia compartida y todo apunta que habrá un recurso que retrasará aún más el resultado definitivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario