28 de abril de 2017…
Pongo fin a una semana intensa de trabajo y me dirijo sentado en el vagón de un AVE rumbo a mi ciudad, con la esperanza de que mañana la madre de Juan haya entrado en razón y me devuelva las horas robadas con NUESTRO hijo el pasado 22 y 23 de abril.
Fuente: http://indolinkspanish.wordpress.com |
No es la primera vez que hace algo así, sin embargo ahora tengo la sensación de que el triángulo Juan, su madre y yo cada vez es más frágil. Juan está creciendo y en su cabeza empiezan las contradicciones. Sé que llegará un momento en el que las preguntas que le pueda llegar a plantear a su madre no van a poder tener respuesta, no una respuesta que sacie su necesidad de saber, su necesidad de encontrarse a sí mismo, su necesidad de saber por qué se siente culpable por todo. “Papá no entiendo por qué hablan mal de ti”. Esa es una de las últimas frases que más recuerdo de él en los últimos meses. “No lo sé Juan, ¿tú crees que soy malo?” “No, papá, no lo creo y no lo entiendo”. Espero que algún día pueda llegar a plantearle esa misma pregunta a su madre.
Hoy aquí sentado mientras me tomo una taza de café, recuerdo cada uno de los momentos de angustia y ansiedad que tuvimos mi familia y yo el pasado fin de semana. No dejamos de plantearnos situaciones futuras y cómo las resolveremos, cómo las sobrellevaremos. Sin embargo, he conseguido relativizar la situación y es tal mi cansancio en este largo proceso, que ni siquiera me apetece enfadarme.
Cuando mañana llegue la hora de recoger a Juan en la puerta del portal del domicilio de su madre, tengo claro que se repetirá la misma situación hipócrita de cada sábado. Ella actuará como si nada hubiera pasado y yo intentaré evitar cualquier conversación ya que toda excusa le parece buena para intentar dejarme en evidencia. Son 5 años ya mordiéndome los labios, aguantando calumnias, aguantando mentiras, aguantando….Tengo tantas ganas de abrazar a Juan que no me apetece regalarle ni un solo segundo en conversaciones vacías que a nada nos han llevado en los últimos 5 años.
Este fin de semana quiero sincerarme con Juan. Él sabe que le estuve buscando y quiero explicarle los motivos, la verdad. Que su madre no quiere dejar que pasemos juntos su cumpleaños (la primera vez que coincide en 5 años) ni que celebremos juntos su 1ª Comunión. Durante esta semana he imaginado mil conversaciones y mil maneras de explicárselo. Quiero que lo entienda. Quiero que se cuestione las “verdades” de su madre. Quiero que aprenda a distinguir lo que está bien de lo que está mal y que las mentiras, son mentiras, que no existen las “mentirijillas” como su madre le enseña.
Juan es casi un adolescente, ya casi tiene 10 años y quiero que su mente sea lo suficientemente despierta como para permitirse el lujo de pensar por sí mismo sin ser sometido a ninguna manipulación. Esta situación es algo que me preocupa realmente, no es la primera vez que se siente angustiado porque según me dice “papá, no sé por qué me siento culpable por todo. Creo que todo lo que pasa es por mi culpa. Mamá y tú os separasteis por mi culpa. Cuando la gente se enfada creo que es por mi culpa”. ¿Hay derecho a que un niño de casi 10 años se sienta angustiado por estas cosas? Yo si me siento culpable por no poder hacer nada al respecto, por no poder sacarle del entorno dañino en el que vive. Me pregunto una y otra vez qué clase de sometimiento están realizando tanto su madre como su familia materna para que un niño llegue a pensar así. Y esto, lo está permitiendo la justicia porque “una madre siempre es buena madre por naturaleza y la educación que ofrece siempre es la correcta”. ¡Qué barbaridades he tenido que escuchar en la sala de un juicio!
Este fin de semana lo pasaremos bien. A pesar de la pila de deberes que traerá (como siempre, ya que parece que su madre aprovecha los fines de semana que pasa conmigo para hacer todos los deberes que no ha hecho durante la semana) no abriremos ni un cuaderno a menos que sea estrictamente necesario. Es un puente largo y nos merecemos disfrutar el uno del otro y recuperar el tiempo robado.
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